«Comunión en la diáspora». Crónica del simposio

COMUNIÓN EN LA DIÁSPORA

Simposio sobre secularidad consagrada

20 de abril de 2024 en la sede del ITVR en Madrid

Más de un centenar de miembros de Institutos Seculares, habitualmente en estado de dispersión por elección eterna del Padre y convocados en el Hijo para una misión apasionante en el corazón del mundo, fue congregándose, con el corazón expectante y agradecido, desde las nueve de la mañana, en el número 65 dupdo. de la calle Juan Álvarez Mendizábal de Madrid. Convocaba CEDIS junto al Instituto Teológico de Vida Religiosa que nos ofrecía la “casa” donde poder hacer realidad el encuentro.

Encontrarnos es siempre una gozosa experiencia de COMUNIÓN. En esta ocasión, lo hacíamos para cantar y contar la belleza de nuestro peculiar don de vocación. Un don en el que, como en el misterio de la Encarnación, se aúnan, en una síntesis maravillosa, lo humano y lo divino, lo sagrado y lo profano, la secularidad y la consagración. Filigrana de Amor que el Espíritu obra para continuar mostrando al mundo hasta qué extremo es amado por el Padre en el Hijo.

Después de los pertinentes saludos y de la presentación de la Jornada, en el fuego de esa comunión, nos adentramos en un primer momento en las fuentes bíblicas y cristianas de la diáspora en los siglos II y III. El profesor Fernando Rivas Rebaque nos condujo por un mundo apasionante en el que pudimos encontrar conexiones y luces que iluminan y orientan nuestra realidad actual. El modelo capilar de aquellos cristianos, que se insertaban en el corazón de las estructuras sociales del Imperio Romano con el Evangelio entre las manos para ofrecerlo a manos llenas, es para nosotros fuente de sentido y de ratificación de nuestra identidad y misión. Tenéis un futuro apasionante, nos decía Fernando, sacad partido a vuestra situación liminal y vulnerable, en medio de todos. La experiencia de fracaso, de crisis, da madurez, humildad y hondura. Disfrutad de vuestra minoridad como experiencia espiritual.

A continuación, se dio la palabra a Beatriz de Ancos Morales. Con ella, desde el don de vocación compartido, pudimos elevar a través de sus profundos y contrastados argumentos un canto de júbilo vivido en el compromiso de la caridad política. El magisterio de los Papas fue el hilo conductor de su interesante ponencia.

Por la tarde, el profesor Ricardo Aldana Valenzuela, a la luz de la teología de Hans Urs von Balthasar   nos adentró en el venero, inagotable, que da origen a toda vocación cristiana: el corazón de la Trinidad. En aquel fuego de amor, fuimos elegidos por el Padre y somos santificados en el Espíritu por la obediencia a Aquel que nos llamó por amor, Jesucristo, nuestro Señor. Los IISS aparecen justamente en el arco completo de tensión de la misión de Cristo, concentrado en el kerigma del evangelio de Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Los miembros de los IISS nos sabemos llamados a no salir del mundo, a permanecer por amor en él, esperando la llegada de Cristo para que nos lleve al Padre junto a tantos hermanos y hermanas que mantendremos abrazados en nuestro regazo.

En el acto celebrativo-testimonial titulado “La Palabra nos configura” la Primera Carta de Pedro fue el marco en el que un grupo de miembros de diversos Institutos Seculares pudieron mostrar la belleza de nuestra vocación encarnada en las más variadas situaciones y circunstancias. De este modo, la Jornada intentó combinar lo reflexivo y lo celebrativo. Aquello en lo que creíamos, teníamos la necesidad de celebrarlo, de convertirlo en un canto de alabanza a nuestro Dios.

La eucaristía, centro del día, fue presidida por Mons. Jesús Vidal, Obispo Auxiliar de Madrid. En él se nos hizo palpable, en las Vísperas del domingo del Buen Pastor y la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, la cercanía materna de la Iglesia.

Mons. Luis Ángel de las Heras, Obispo de León y presidente de la Comisión de la Vida Consagrada de la CEE, también nos dirigió un cariñoso saludo para unirse, aunque fuera telemáticamente a todos nosotros. Él nos animó a vivir la jornada como un momento precioso de sinodalidad que nos recuerda que caminamos juntos, cimentados en Cristo, para dirigir al mundo una mirada de amor. Nos decía: No os quejéis nunca de este mundo sino pedid el mismo corazón de Cristo para amarlo como Él.

Junto a nosotros tuvimos la presencia hermana y generosa del director del ITVR, el P. Antonio Bellella, misionero claretiano. En las jugosas palabras de acogida, que nos dirigía en los momentos iniciales del día, nos explicaba el origen de nuestro Simposio vinculado a unos ciclos formativos que decidieron poner en marcha: “Pretendíamos con ello abrir esta casa a los ámbitos de la vida consagrada que, jurídicamente, no forman parte de la vida religiosa y —en sintonía con el espíritu sinodal— expresar la voluntad de «caminar juntos», de escucharnos, de conversar espiritualmente sobre todo aquello que nos inquieta y de discernir qué quiere Dios de nosotros en este momento tan particular de nuestra historia.”

Terminamos esta crónica con el comienzo de la Primera Carta de Pedro, palabras que citó en su saludo de apertura la Presidenta de CEDIS, María del Carmen Fernández: Pedro, apóstol de Jesucristo, a los que viven como extranjeros dispersos por el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, y han sido elegidos, según el proyecto de Dios Padre, y consagrados por el Espíritu para que obedezcáis a Jesucristo y seáis purificados con su sangre, os deseo abundante gracia y paz. (1Pe 1, 1).

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *